Mucho se ha hablado de los barracones como sustitutos temporales de las aulas en los colegios e institutos; y por regla general, todo negativo: que si tienen goteras, que si los niños pasan frío en invierno, que si estos están hacinados, etc. Sin lugar a dudas, muchos de los reproches que se le han hecho a este tipo de instalaciones, son legítimos y reales. La cuestión es que dichos reproches bien se pueden aplicar también a colegios de construcción permanente que presentan problemas similares (goteras, mal acondicionamiento al clima, espacios reducidos…), de forma que las causas de estos problemas tal vez no se deban buscar en la forma o sistema constructivo de las aulas, sino en otros lugares.
¿Por qué se usan los “barracones” en los colegios e institutos?
Desde hace décadas, la construcción modular se ha utilizado como solución temporal para solventar problemas de espacio y masificación en el ámbito educativo. Y esto no va a cambiar. Precisamente porque no va a cambiar, es obligatorio poner los puntos sobre las íes. Y no por una cuestión corporativa de interés propio, sino para informar y concienciar de cuál es la realidad que hay tras esta polémica.
En una sociedad en la que los cambios demográficos son una variable sobre la que es difícil realizar predicciones fiables, todos aquellos servicios inelásticos (educación, sanidad…) que necesitan espacios inmobiliarios basados precisamente en la cantidad de habitantes, están sujetos a la vez a un control y equilibrio presupuestario muy delicado. Podríamos pensar que lo ideal sería construir hospitales y colegios en todas las poblaciones, independientemente de la demografía. Pero entonces, tendríamos que responder a la pregunta más obvia: ¿quién los paga? Es un hecho correlacional que hospitales y colegios son mantenidos por la población existente en un momento dado. Si la demografía disminuye drásticamente, tendremos espacios urbanos públicos que tenderán al vacío y que podrán suponer para la opinión pública un gasto superfluo. Y si la demografía crece, como es lo habitual en las sociedades occidentales con flujos periódicos de migraciones de población y ciclos económicos, todos los espacios públicos creados deberán ser adaptados para dicho crecimiento. Podemos construir paulatinamente colegios y hospitales en poblaciones que, de forma previsible, encontrarán incrementada su población en los próximos años. Pero, dada la idiosincrasia de nuestro país, los crecimientos demográficos suelen estar unidos a crecimientos económicos rápidos, lo cual lleva inevitablemente a movimientos migratorios relacionados con el mercado laboral y, por tanto, a un aumento demográfico inmediato. ¿Qué hacemos en estos casos? ¿Mantenemos a la espera a los niños en edad de escolarizar hasta que su colegio está acabado? ¿Los agrupamos en aulas diseñadas para 20 niños de manera que al empezar el curso sean 40? ¿Los enviamos a estudiar a kilómetros de distancia de sus casas?. La única solución viable es la implementación de medidas temporales y de rápida ejecución.
La calidad de los “barracones” o módulos prefabricados
Para evitar grandes desplazamientos a los alumnos, se suele recurrir por parte de las Administraciones a la instalación de aulas prefabricadas. Pero, ¿es justa la mala fama que se han ganado estas instalaciones en algunos lugares? Como decíamos al principio, sí, sin lugar a dudas. La mayoría de estos módulos prefabricados responden a una ínfima calidad que terminan padeciendo los niños. Pero es importante advertir que esta baja calidad no es propia de la naturaleza del tipo de construcción, sino que está motivada por un problema de presupuesto. Lo mismo ocurre con cualquier otro tipo de construcción tradicional en que la inversión en su construcción o mantenimiento ha sido escasa. Todos hemos oído hablar de defectos de construcción en todo tipo de edificios. Según los datos de un informe elaborado por la Federación de Enseñanza de CC.OO., los técnicos tienen sobre la mesa un centenar de expedientes que recogen deficiencias de todo tipo: problemas de calidades de cubiertas y techumbres, goteras, climatizaciones defectuosas, deficiencias en el sistema de evacuación y emergencia, ínfimas calidades en revestimientos, puertas, ventanas o persianas…
En realidad, las instalaciones educativas provisionales, como su nombre indica, tienen un carácter temporal y se utilizan para garantizar la escolarización adecuada del alumnado mientras se ejecutan las infraestructuras educativas definitivas. El principal motivo de su “mala fama” es que su uso muchas veces se prolonga en el tiempo más allá de lo razonable, y si además sumamos el hecho de que se recorta sobremanera en calidades y comodidades, estas instalaciones pueden recordar más a espacios improvisados y habilitados para personas refugiadas que a lugares educativos.
Las aulas prefabricadas no tienen por qué ser sinónimo de precariedad. Ni siquiera de “temporalidad”…
Las aulas prefabricadas no tienen por qué ser sinónimo de precariedad. Ni siquiera de “temporalidad”,puesto que las aulas prefabricadas de calidad pueden superar perfectamente a cualquier aula tradicional. El grado de confort de las mismas dependerá de las características solicitadas: dotación de aire acondicionado con bomba de calor, paneles aislantes, doble cubierta, suelos hormigonados; el confort y seguridad de las mismas no está reñido con la rapidez de su instalación y su carácter provisional, sino que únicamente depende de la calidad de los acabados, de sus instalaciones y de los materiales empleados para su aislamiento; en definitiva, del precio que se está dispuesto a pagar por su uso.
Mediante la construcción modular se pueden ofrecer distintas soluciones en función del período de utilización previsto para las instalaciones escolares:
Aulas provisionales en alquiler para períodos de utilización hasta 3 años.
Ofrecen una solución rápida y económica para ampliaciones temporales, o mientras se ejecutan obras o reformas en las instalaciones permanentes. No requieren inversión sino que forman parte del gasto corriente.
Aulas provisionales en venta para períodos de utilización hasta 10 años.
Permiten una mayor personalización de sus características técnicas y estéticas, sin renunciar a los rápidos plazos de ejecución y montaje y a un coste ajustado. Dado que son construcciones móviles, pueden reutilizarse en otras ubicaciones en función de las necesidades, hasta la completa amortización de la instalación.
Colegios construidos con sistema modular industrializado.
Se trata de construcciones permanentes que cumplen con todos los requisitos marcados por el Código Técnico de Edificación. Con este sistema se consiguen unos plazos de ejecución muy reducidos respecto a la construcción tradicional; la mayor parte de la construcción se realiza en fábrica y por tanto, con un mayor control de la calidad del proceso constructivo y además, alejados del emplazamiento definitivo, con lo que se reducen las molestias y los riesgos asociados al proceso de construcción. Además se trata de una construcción más sostenible, que puede conseguir altos niveles de eficiencia energética, menor generación de residuos y 100% reciclable. Puedes encontrar ejemplos aquí.
En consecuencia, el problema de los famosos “barracones” no es que existan, sino que la calidad de los módulos instalados no ha sido la suficiente para su uso como instalación educativa, o que ha existido una incorrecta planificación en cuanto al periodo en el que iban a ser utilizados. Esto que parece una obviedad cuando se trata de contratar cualquier otro servicio, parece ser que se escapa a la hora de juzgar la calidad de una construcción modular.